Más allá de la apertura impulsada fronteras para afuera, Estados Unidos es un ejemplo paradigmático de proteccionismo en aviación, donde tanto los trabajadores representados por los sindicatos aeronáuticos como las principales líneas aéreas han frenado el avance de compañías como Norwegian, Emirates, Etihad y Qatar Airways en dicho país. Beneficiadas por los Acuerdos de Cielos Abiertos entre Estados Unidos, Qatar y Emiratos Árabes Unidos firmados en 1999, las tres grandes transportadores del Golfo han buscado insistentemente quedarse con un porción del mercado estadounidense ofreciendo un mejor servicio en cuanto a comodidades y servicios abordo. Imposibilitadas de competir de igual a igual, las empresas de  Estados Unidos acusaron a Emirates, Etihad y Qatar Airways de competencia desleal en base a los cuantiosos subsidios que estas últimas reciben (como si las propias compañías estadounidenses -en menor proporción- no los recibieran también por otras vías como puede ser un mejor financiamiento para la adquisición de aeronaves o los rescates del gobierno federal cada vez que entran en Chapter 11, etc. En tal sentido, buscando proteger la industria nacional, exigen la modificación de los Acuerdos y recurren a otras formas de presión como cuando en 2014, Delta Airlines trató de bloquear garantías de préstamos para la compra de aeronaves Boeing. Esto también quedó de manifiesto en la carta publicada en el USA Today en julio pasado donde los directivos de American Airlines, United Airlines y Delta piden que se impida operar en EE.UU. a Air Italy, cuya propiedad en un 49 por ciento es de Qatar Airways. Cuestiones similares se presentan con el caso de Norwegian (NAI), cuyo modelo de banderas de conveniencia le permite tener menos costos que las empresas estadounidenses. En paralelo, del otro lado del Atlántico, el modelo low cost comienza a mostrar sus fisuras en el convulsionado mercado europeo donde se observa el quiebre de diferentes líneas aéreas. Quizás el mayor exponente de este modelo sea Ryanair, que está marcada por su política de precarización laboral. Forzado por las circunstancias (centenares de demoras y cancelaciones en plena temporada alta) y por los fallos del Tribunal Supremo británico, Michael O’Leary (CEO de Ryanair) debió reconocer la representatividad sindical de la British Airlines Pilots Association (BALPA). En este marco, contra sus propios dichos, tuvo que sentarse a negociar con un sindicato “tradicional” salarios, jubilaciones adecuadas, seguro de pérdida de licencia y beneficios de maternidad, entre otros y la empresa afrontó por primera vez paros del personal aeronáutico. En respuesta a la incipiente fortaleza sindical, Ryanair respondió con recortes, cierres de bases y despidos, marcando el preludio de numerosos conflictos para 2020. En perspectiva, las limitaciones que muestran las experiencias de políticas de liberalización de los cielos y del modelo low cost dejan en claro la necesidad de proteger el mercado local y de defender el empleo nacional. Esto vale tanto en Estados Unidos, en Europa, como en Argentina. A pesar de que Estados Unidos promueve una política de cielos abiertos con nuestro país –reflejado en el memorándum firmado por el Ministro Dietrich-, lo cierto es que puertas adentro lleva adelante distintas medidas que impiden que esa misma política se aplique allí. Y por último, si bien nos quieren “vender” el “éxito” de las low cost desde Europa, lo cierto es que en dicho continente este modelo ya demuestra sus falencias y limitaciones.
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