El trabajo del piloto no sólo atraviesa su cotidianidad sino también marca su salud. Mientras muchas veces la atención se centra en la cantidad de horas de vuelo mensuales, pocas veces se hace notar que dicha cifra se puede multiplicar por tres, si se considera que, parte de la jornada laboral, incluye las estadías en diferentes destinos, el tiempo en los aeropuertos y los traslados por tierra. Los desórdenes que esto genera en la rutina, influyen en los ritmos circadianos, que son los cambios físicos, mentales y de conducta que se dan durante el día, sobre todo vinculados a la luz y la oscuridad. El jet lag es tal vez el ejemplo más visible de esto, ya que produce desequilibrios en el organismo y puede provocar un desgaste progresivo ante la exposición prolongada. Por su parte, los cambios constantes que implica el desarrollo profesional de los pilotos también promueven dificultades para sostener la armonía social y familiar. De acuerdo a los especialistas, esto termina repercutiendo en la salud –entendida como un concepto integral-, debido a que motiva sensaciones como la ansiedad que terminan afectando al conjunto de la familia. A su vez, todo estos factores se despliegan en un ámbito que hace al piloto ser proclive al estrés crónico, que puede derivar en fatiga crónica y en trastornos neurobiológicos, nerviosos, hormonales e inmunológicos. Otro factor ligado directamente a la actividad laboral es la exposición a la radiación que se ve incrementada por el nivel de vuelo. A pesar de que no existe hasta el momento una medición exacta debido a su complejidad, el primer cálculo realizado hace unos años durante un viaje entre las ciudad de Reno y de Phoenix (Estados Unidos), plantea una diferencia 30 veces mayor en vuelo que en tierra. El resultado de la exposición a una mayor radiación se ve reflejado en las lesiones en la piel, enfermedades genéticas, cataratas, alteraciones orgánicas y funcionales, y problemas ligados tanto a la fertilidad como a los embarazos. Si bien estos datos explican -en parte- que el promedio de vida de un piloto sea un 15 por ciento menor que el del resto de la población, lo cierto es que a partir de la adopción de diversas medidas preventivas el profesional puede mejorar su salud. Por ello, resulta fundamental incorporar una dieta equilibrada, hacer ejercicio y tomar agua, entre otras buenas prácticas. Sin embargo, no podemos dejar de soslayar, el rol clave que tiene también que se cumplan nuestros derechos laborales frente a los intentos de precarización para no sumar un nuevo factor de riesgo para nuestra salud.
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